Biografía de Madre Clarita

«Sembrando los valores desde el sueño de Madre Clarita«

Nació el 12 de agosto de 1857 en la ciudad de San Miguel, El Salvador.  Fue bautizada en la parroquia de la misma ciudad el 31 de octubre de 1857. Hija de Daniel Quirós Escolán y Carmen López de Quirós.

Radicados en San Salvador, creció en un ambiente de piedad y sacrificio bajo la educación de su madre, pues a muy poca edad sufrió la ausencia de su padre.

Su nombre completo Clara del Carmen Quirós López (Madre Clara María de Jesús, después de fundar la Congregación),  sintió el llamado de Dios a temprana edad, pero en aquella época ingresar a la vida religiosa era muy difícil, ya que en El Salvador no habían conventos, sólo en Guatemala.

El 17 de mayo de 1873, cuando cumplió sus quince años, fue entregada en matrimonio al costarricense Félix Alfredo Alvarado Martínez, en la parroquia Inmaculada Concepción de Santa Tecla.

Esposa fiel, madre abnegada y responsable, no fue valorada por su esposo, ya que sufrió su abandono. Trabajó día y noche para dar una buena educación a sus hijos, sin dejar por eso, sus prácticas de piedad que era lo que inundaba de paz y alegría su vida, dándole fuerza a su espíritu y valor para no desfallecer.

Los familiares por parte de su padre eran muy ricos. Recibió una herencia, tras el deceso de su abuelo, con la que educó a sus hijos. Sus hijos imitaron de ella la caridad, el amor a Jesús Sacramentado, el amor y devoción a la Santísima Virgen y al patriarca San José. Finalmente cuando sus hijos se independizaron, se entregó plenamente a Dios, al que ansiaba desde su juventud.

Viendo con tristeza la constante deserción de los miembros de la cofradía del Carmen, concibió la idea de construir una casita en el actual terreno de la Parroquia del Carmen de Santa Tecla. Pese a los sacrificios que le había costado su construcción, a petición de Monseñor Antonio Adolfo Pérez y Aguilar, la entregó con mucho amor, diciendo: “Monseñor, para gloria de Dios mi casa, mi corazón y mi vida”.

Esta casita estaba destinada para los sacerdotes jesuitas que venían a hacerse cargo de dicha parroquia; ella se trasladó al Convento de Belén, que era antes de la Orden de los capuchinos, y que estaba casi en ruinas. Fue allí donde recibió las primeras niñas pobres para instruirlas. Tanto empeño puso a la obra que Dios le había encomendado que el 14 de octubre de 1916 la Curia Eclesiástica otorgó el Decreto de Erección de la Congregación de Carmelitas de San José, recibiéndolas en comunidad.

Su humildad fue tan grande que nunca imaginó ser fundadora de una congregación religiosa. Pedía para todas aquellas señoritas que solicitaban ingresar a su comunidad el deseo de perfección y vivir la pobreza evangélica. En 1925, llevó a cabo un viaje a Roma con la intención de arreglar asuntos de la congregación, regresó triste, cansada y enferma, por no haber podido resolver nada a favor de su amada familia religiosa, ya que no había sido acompañada por el obispo de la diócesis. Trabajó todavía tres años más sin descanso, pues decía: “Mi descanso será en el cielo”.

El 8 de diciembre de 1928 quiso que se celebrara con gran pompa el día de La Inmaculada Concepción. Después de la Eucaristía reunió a su comunidad a quien les pidió que guardaran el espíritu de pobreza y sencillez que les había dejado. Y les dijo: “Si esta obra es de Dios, perdurará a pesar de las insidias del enemigo, pero si yo me he equivocado, esta comunidad se disolverá como la sal en el agua”; aquel 8 de diciembre de 1928 en Belén, Santa Tecla, siendo las  2:30 p.m. su alma voló a la Patria Celestial.

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«Para gloria de Dios mi casa, mi corazón y mi vida»

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